El pasadizo trasero del restaurante l'Horiginal, situado en pleno barrio del Raval de Barcelona, nos conduce hasta una peculiar sala provista de una decena de mesas alrededor de un diminuto escenario. Varios grupos de gente, con aspecto algo singular, van entrando poco a poco en la sala: señores mayores con aspecto de sabios y jóvenes bohemios con sombreros de copa, una chica guapa y elegante agarrada del brazo de un apuesto hombre de negocios y un par de amigos titiriteros al lado de dos conocidas escritoras. El aire peculiar de todos ellos consigue crear ambiente.


Un camarero me ofrece una Moritz y me entrega un panfleto en el que se adelanta el transcurso de la noche como un recorrido por la bohemia de País de Henry Murger, el Madrid de Emilio Carrera, las barbas de Valle-Inclán y las tertulias en los “Quatre Gats”. Sin poder analizar más el entorno se cierran las luces y un foco apunta directamente al pequeño escenario.

Cuatro personajes masculinos y un par de femeninos suben al escenario mientras un proyector dispara contra la pared una serie de fotografías de la Barcelona de hace 40 años. Una conocida melodía de Serrat hace entrar en calor al público.

La sala, ya atestada de gente, de repente parece más acogedora y los figurantes, acompañados de una guitarra, una trompeta y un libro, recitan poemas con sabor a lírico y a miseria y cantan canciones que recuerdan a una biografía bohemia y frustrada. Una mirada hacia atrás rememorando las obras de grandes artistas que sobrevivieron a lo que hoy muchos describen como un arte olvidado. Una noche de personajes bohemios reunidos entorno a unos textos, imágenes y músicas que evocan la “Gauche Divine” de los barrios marginales de la Barcelona de los 60.

Sin duda alguna estar en esa sala te da la oportunidad de pertenecer por un rato a un mundo totalmente diferente, de formar parte de unas vidas con vocación bohemia y que entienden el arte como la subsistencia de los enamorados de la literatura, el teatro y la libertad de expresión.