Todo se percibe tan superficial, tan acorde al mundo que hemos construido...Nadie es capaz de generar profunda confianza, nadie es capaz de ilusionar en un momento en el que cualquiera se aferra a un clavo ardiendo. Promesas, fracasos, más promesas y más fracasos. Y nosotros seguimos expectantes, necesitados de algo Supremo y real, palpable y verdadero. Hartos de mentiras, de farándulas y de personajes dedicados al mero espectáculo que son incapaces de cumplir con sus desmesuradas garantías, no nos queda otro remedio que subsistir en un entorno plagado de necios oportunistas calculadores que se desviven por sus incrementados bienes. Nos impregnamos de un ganso conformismo a pesar de que nadie es capaz de ofrecer lo que todos pedimos a gritos. Trabajar por y para el pueblo, defender sus intereses anteponiéndolos a los propios, ésa ha sido siempre la función bien definida del político. Aunque hoy en día raramente alguien sale a la calle para reclamar esta labor, para pedir honradez y no exagero si aseguro que es arduo trabajo encontrar una crítica sustancial y coherente dirigida a quiénes manipulan nuestro futuro a su antojo y viven de nuestra resignación. ¿Será cierto que el capitalismo ha transformado por completo la esencia de nuestra sociedad moderna regida hasta el momento por el afán de superación? Aplacados y amansados por poderosos que no tienen nada que ofrecernos excepto su hipocresía y su falsa palabrería acompañada siempre de una desmedida sonrisa. Quizá un día despertemos de esta absurda conformidad y alguien consiga devolvernos esa fe y esa credibilidad que todos echamos tanto de menos.
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